«Somos del pueblo, somos del pueblo…y tenemos el poder para elegir»
La tarde en que un furor llamado Beatriz se tomó los corazones de los soledeños, atizados por una contagiosa marcha militar.
Hace mucho rato. Décadas diría, que no se apreciaba en Soledad, una expresión popular tan aplastante, decidida, colorida y alegre alrededor de un candidato a la Alcaldía.
Los candidatos con arraigo popular desaparecieron hace cuarenta años, cuando irrumpió la corrupción e impuso candidatos divorciados del clamor popular y arrastraron a Soledad a la hecatombe.
Con la llegada de Joao Herrera hace tres años largos, se rompió esa hegemonía.
Lo que mostró el pueblo soledeño por Beatriz Barraza devuelve mi fe por las buenas causas políticas. Ella logró reunir -sin ofrecer dinero, becas, orquestas o tejas – 22 mil personas del pueblo, para caminar tres kilómetros sólo cantando un estribillo militar que habla del poder del pueblo.
Allí en la plaza levantaron los puños y «marcharon» al compás del pegajoso coro mujeres, hombres, ancianos, niños -muchos niños- y espontáneos, en una actitud tan decidida, que devuelve la fe a los escépticos.
Eduviges Castaño, desafió los achaques de su edad y marchó abrazada con sus hijas. Allí encontré a Pautt Arzuza caminando aún contra los rigores intestinos de la explosión de sus várices.
Héctor Maldonado me mostró la enorme corredera en el pecho -de una reciente cirugía de corazón abierto- y abrazado con Luz Marina, la mujer de su vida, caminó para saludar el ingreso de Beatriz a la arena política: «Ya no creía en políticos del pueblo. Le voy a componer una canción a esta hermosa negra», anticipó.
La enorne serpiente humana -de piel naranja y contoneándose por las vías al compás de un hermoso coro popular- llegó a ser tan larga como siete cuadras.
Da gusto ver a los niños dejándose seducir: «Somos el pueblo…somos el pueblo. Y tenemos el poder para elegir».
Un grupo de niños olvidaron un mandado en una tienda de El Cabrera, -dejaron al tendero con la bolsa en la mano- se vistieron de adultos y marcharon con actitud militar a la cabeza del desfile. Tomás Coronado, carromulero del Prado, dijo que había caminado con gusto, hasta que estallaron las ampollas en las plantas de los pies.
La marcha volvió insuficientes los espacios del parque Santa Inés en donde Juanita Ortíz, líder de un colectivo LGBTI, con el maquillaje corrido en su rostro por el sudor de la extenuante jornada, se desplomó al lado de Héctor Maldonado, unidos -sin conocerse- por un furor llamado Beatriz.
(Cronica de Willian Ahumada enviada por Prensa Beatriz Barraza)