La gobernadora del Atlántico, Elsa Noguera, acompañó al primer productor que se vinculó al proyecto de agroindustria con la siembra de palma de aceite en Repelón, Manuel Pernett, a recoger su primera cosecha.
Durante la visita, el productor le mostró emocionado a la mandataria el cultivo de 9,4 hectáreas de tierra, donde sembró 1.125 palmas que hoy representan 500 kilogramos en este primer corte.
El éxito en los tiempos de cosecha, tanto para limón tahití como para palma de aceite, están soportados en los tres pilares de la transformación agroindustrial en el sur del Atlántico: agua 24/7, financiación y compra asegurada.
Este cultivo estará recolectando entre 4 y 6 toneladas por hectárea al año, lo cual representa una productividad superior a la esperada, y es posible gracias al buen sistema de riego instalado en el predio, a una muy buena preparación del terreno, a un material vegetal de buena productividad y de tolerancia a plagas y enfermedades, a la financiación y a un acompañamiento técnico permanente.
El secretario de Desarrollo Económico, Luis Humberto Martínez, destacó que hoy son 150 los productores vinculados al proyecto de siembra de palma de aceite en Repelón y la meta es lograr llegar a 170. “Esta transformación agroindustrial, que lidera la Gobernadora en el sur del departamento, está dando los resultados esperados, incluso mucho tiempo antes de lo proyectado. Estoy seguro de que la esperanza y alegría de Manuel se extenderá paulatinamente al resto de productores cuando también empiecen a recoger sus cosechas”, explicó el funcionario.
Manuel Pernett es un hombre de caminar pausado y mirada serena. Hace más de 12 años comenzó a trabajar la tierra, sembrando cada año tomate, sorgo, yuca, plátano, siempre buscando obtener una buena cosecha para brindarles a sus hijos y su esposa lo necesario para una vida sin carencias. Con el pasar de los años, la situación se hacía cada vez más dura, al punto que tuvo que dejar de sembrar. Cuando llegó el programa de agroindustria al municipio fue el primero en creer y apostarle a nueva oportunidad para salir adelante.
“Aprendí a querer la tierra, a trabajarla con esmero, aunque los frutos no fueran lo que esperaba. En los momentos más difíciles, cuando visitaba mi finca y veía que no podía seguir trabajando, me entristecía, sentía que el trabajo de muchos años estaba en el olvido y la tierra sin producir nada; hoy no me alcanza la alegría y agradecimiento en mi corazón porque tengo una tierra que da frutos y me devolvió la esperanza en el campo”, expresó el productor.
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